martes, 28 de julio de 2015

JOEL. INTRODUCCIÓN.

                   Nada nos dice el texto bíblico sobre Joel ben Fatuel: en qué reinado actuó, algún dato de su vida... Su nombre significa "Yhwy es Dios". Tampoco nos ofrece el libro bases  para datarlo con seguridad; el "enemigo del Norte" (2,20) puede ser Asiria, que destruyó Israel, o Babilonia, que destruyó a Judá, o puede ser el enemigo por antonomasia para autores tardíos. La dispersión entre las naciones (4,2) es el destierro, y está vista como hecho  histórico. La mención de los griegos (4,6) -si no es adición- nos lleva también a una época tardía. Y también parece tardía la concepción escatológica. La principal razón para colocar al profeta en período preexílico es que se encuentra entre Oseas y Amós, ambos profetas del siglo VIII.

                 Pero si poco sabemos de la biografía del autor, tanto más interesesante es contemplar su obra: poderosa creación literaria y a la vez significativa del modo de profetizar.

                El profeta toma como punto de partida una catástrofe ciudadana: una terrible plaga de langosta, fatal para una cultura agrícola. También él ha tomado parte en la situación: conoce las diversas variedades de insecto desolador, ha observado cómo se suceden  las olas o nubes invasoras; ha contemplado con detalle los efectos destructores en las plantas. En su imaginación poética la plaga de langosta se convierte en un ejército aguerrido y ordenado que asalta y conquista una ciudad. Éste es un primer paso de elevación poética.

               La catástrofe nacional pide una acción religiosa de expiación: una jornada de ayuno y penitencia para suplicar la compasión divina. Y aquí se nos presenta un aspecto de la religiosidad israelítica, sus actos de culto, la proclamación del profeta, la participación de sacerdotes y pueblo en sus puestos respectivos. Estos elementos litúrgicos están en el libro en su estado natural, sin transformación poética. Todo culmina en el oráculo con que Dios responde al pueblo, anunciando la liberación de la plaga y las bendiciones tradicionales que retornan sobre la tierra.

              En este ambiente litúrgico, y con la iluminación poética, Joel levanta todo el suceso, la plaga de langosta, a la categoría religiosa de "día del Señor"; momentos de la historia en que Dios interviene soberanamente, usando como instrumento los fenómenos atmosféricos o los ejércitos humanos. En esos "días" el Señor hace juicio público, castigando y salvando. Éste, que es un "día del Señor", puede convertirse fácilmente en el día del Señor, en cuanto lo anuncia y prefigura.

             "El día del Señor" es un momento escatológico que incluye los temas clásicos: un juicio solemne y público en el que tendrán que comparecer las naciones paganas; portentos cósmicos enmarcan el juicio. Después viene la gran restauración definitiva, que en el texto de Joel se distingue por dos factores: la efusión sin discriminación del espíritu y la prosperidad agraria. El contexto escatológico explica la actitud frente a los paganos, vistos como enemigos culpables: y correlativamente, el tono nacionalista del final.

             Así es el libro de Joel: obra de un gran poeta que construye con rigor, que sabe desarrollar coherentemente una transposición imaginativa, que renueva con breves imágenes la tradición literaria y los motivos poéticos comunes. Al mismo tiempo es un profeta adicto al culto, ejemplo de uno de esos profetas cúlticos que la investigación reciente ha descubierto.

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